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jueves, 17 de septiembre de 2009

De la Tierra a la Luna (III)

En poco tiempo el cohete subió a los diez mil metros. Todos vivieron el despegue con asombro, sus caras expresaban la maravilla de estar yendo hacia otro mundo. La nave estaba programada para llegar sola hasta la superficie lunar, así que el padre de Pepo se pudo relajar un poco, aunque los nervios seguían por dentro. Antes de despegar, Chispito le inyectó un calmante a Chispón para que durmiera durante el viaje. Los cuatro tripulantes iban sentados en los asientos, el espacio era mínimo aunque no se sintieron demasiado encerrados. En algunas horas la nave aterrizó en un terreno abrupto y no muy cómodo para cohetes. Todos se miraron con cara de ilusión cuando el cohete finalmente apagó los motores. Chispito, sin quitarse el cinturón, empezó a buscar si veía a Pepa Luisa por las ventanillas pero no vio ni rastro de ella. Afuera estaba oscuro aunque la superficie brillaba de forma tenue. El padre de Pepo se desabrochó el cinturón con una mueca de triunfo y miró a su hijo, que le devolvió una mirada de asentimiento. Habían llegado a la luna, padre e hijo trabajando duro cada día habían logrado construir aquella nave y por fin estaban en aquel satélite tan especial. Chispón empezó a despertar de un sueño que no le había gustado nada. Dio el primer ladrido y todos lo celebraron con risas.

Desabrochados los cinturones, estaban impacientes por ponerse los trajes y salir a la superficie. El lugar era inhóspito y no apetecía salir, especialmente con un viento helado que había empezado a soplar. De repente vieron una luz resplandecer a lo lejos y Pepo y Chispito se miraron con asombro. El padre de Pepo, informado por su hijo en la Tierra, sabía quién era Pepa Luisa, así que se puso rápidamente a preparar los depósitos de oxígeno. En pocos minutos, la luz se volvió más intensa y rojiza y los chicos empezaron a percibir un canto que procedía de detrás de las llanuras.

Después de esperar impacientes a que el viento aflojara, los cuatro empezaron a andar por la superficie experimentando con algunos problemas la ausencia de gravedad. Llevaban una potente linterna sobre sus cabezas que les iluminaba en un radio de cinco metros. Chispón se olía aventuras por lo que su cuerpo se había vuelto tenso y firme, preparado para correr, ladrar y morder. Presentaba un aspecto bastante gracioso metido dentro del traje y con el cristal que le cubría la cabeza. Chispito y Pepo pronto se las arreglaron para dirigirse donde querían pero su padre tuvo dificultades. El primero en subir la cuesta que daba al otro lado de la primera llanura fue Chispón, que había aprendido rápidamente el difícil arte de correr en el espacio. Chispito iba bien pero envidiaba a su perro. Pepo seguía concentrado en el canto, sus manos estaban calientes y su corazón latía fuertemente. Su padre prefirió quedarse cerca de la nave, no conseguía controlar sus movimientos y juzgó necesario permanecer allí para vigilar.

4 comentarios:

aningunsitio dijo...

Lo que me parece curioso es que dijeras que el cuento ocupaba nueve páginas y que ibas a colgar una por día. Me parece curioso porque, si es así, cada página acaba con el "qué pasará". No sé si lo escribiste ya de manera que lo pudieras publicar por partes. ¿Me equivoco?

PD: Chispón me recuerda a Milú.

Marc dijo...

jajaja... me hace gracia lo de Milu, nunca me imagine esa comparacion.

Bueno, lo que quise hacer con ese cuento era que cada parrafo fuera como una vineta de comic, todo muy visual.

Supongo que la historia se puede recortar de manera que termine con suspense :) al menos asi la estoy cortando ahora para que produzca eso que dices.

Hasta manana :)

Liliana Chwistek dijo...

Es justo lo que pensé, cuando lo empecé a leer, un comic, y me entraron ganas de ilustrarlo :-)))))

Marc dijo...

pues si te animas... ya sabes, estare encantado :)