Iboprufeno... suerte del iboprufeno

Hacía tiempo que no me sentaba en un sofá tiritando de frío. Ayer por la tarde empecé a tiritar..., fue como si me cogiera el vaile de San Vito y no pudiera parar, es horriblee.

Después de las siete y media de la tarde de ayer, me armé de coraje, me abrigué como si fuera un expedicionario y bajé las escaleras del palacete. Luna, la perrita que está con nosotros desde hace unos meses, cuando me vio salir al jardín se me abalanzó encima toda contenta y yo con unas pocas ganas de jugar terribles (os podéis imaginar) anduve directo hacia la puerta ignorándola.

Llegué a la farmacia (la verdad es que soy afortunado porque está justo al lado) y enseguida me atendieron, preguntándome:

-No et trobes gaire bé, oi?

-No, no massa, tinc una bona faringitis.

Sí, se me notaba algo raro. Pagué por los caramelos y el iboprufeno y me dirigí a casa pitando. No hacía mucho frío pero yo sólo quería volver al sofá. Fue llegar, tomarme la pastilla y poco a poco fui recobrando mi ritmo habitual. Uff... qué descanso.